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Ramón Barea: “Los teatros los dirigen técnicos de Ayuntamiento, eso es terrible”

 

Mikel Lanzagorta | Unai Sarriugarte 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ramón Barea (Bilbao 1949) es un fajador del mundo de la interpretación. Director y actor. Cine, televisión, y sobre todo teatro. “La plena felicidad es combinar las tres, pero el teatro es especial”. Pocos conocen el oficio como él desde dentro. Una trayectoria labrada paso a paso, piedra a piedra, y recompensada en 2013 con el Premio Nacional de Teatro. Es un hombre reflexivo, que recuerda con la misma nitidez el Casco Viejo de su niñez, como el de su bautismo en los escenarios bilbaínos.

 

¿Cómo fue su infancia en el Casco Viejo?

 

Bueno, yo fui niño del Casco Viejo. Viví en la calle Banco de España durante muchos años. Durante toda mi infancia y adolescencia, y tengo los más maravillosos recuerdos.  La memoria de la infancia tiene que ver mucho con el espacio en el que habitas. Para mí el Casco Viejo, era la zona donde me movía, porque más allá del puente era lejísimos, y todo el mundo transcurría alrededor de la Plaza Nueva. La Plaza Nueva era un sitio codiciado para los chavales a la hora de jugar. Estudié en la escuela de Solokoetxe que está ahí al lado, donde mi madre era maestra y allí estuve mis primeros años, aunque luego ya me fui. Y todos los recuerdos de la infancia son del Casco Viejo. Una aventura era irse por las calzadas de Mallona hacia Begoña. Cada metro cuadrado del Casco Viejo lo tengo en la memoria. 

 

¿Qué anécdota recuerda?

 

Te voy a decir una maldad que es divertida y no la he contado nunca, la voy a contar ahora seguramente que me han hecho bilbaíno ilustre. Confesar que yo era uno de esos niños, con otros muchos,  no voy a decir los nombres para no ser un delator, que quitábamos como entretenimiento, los plomos de las farolas del Arenal solo por el placer de ver que no se encendían por la noche.  Aprovechábamos la distracción del guardia. Como se entere alguien que yo era el que hacía eso. Era una especie de Kale borroka absurda.

 

Ha participado en más de cien películas, y medio centenar de cortometrajes. ¿Ha llegado alguna vez al punto de cansarse del mundo de la interpretación?

 

No, es un oficio que empecé desde muy joven. Antes de los 20 años en un club que había en el Casco Viejo, en San Juan, porque antes todo tipo de club giraba en torno a las iglesias. No había más. Allí empecé a hacer teatro y ahí empecé a ver que quería dedicarme a esto. Era la única manera que había de formarte, ya que no había ninguna otra opción salvo que te fueras a Madrid. Pero no me he cansado de mi oficio porque es algo que haces por vocación, y porque me gusta. Encima he tenido la suerte que, desde los 23 años he vivido de mi oficio. Con todas las variantes; he hecho primero teatro, luego cine, luego televisión. También he dirigido y he escrito teatro. Entonces yo creo que en esto momento no sabría hacer otra cosa. 

 

¿Qué se siente al haber trabajado con directores de la talla de Álex de la Iglesia, Montxo Armendáriz, o Pablo Berger entre otros? 

 

Mira, hay una cosa curiosa que es fruto del azar. Yo he trabajado en muchas operas primas de gente que luego han sido directores importantes. Ha sido fruto del azar y nos pasaba a Alex Angulo y a mí. Muchos primeros cortos estábamos juntos. El primer corto que hace Iciar Bollain, nos llama a Alex y a mí. Enrique Urbizu o Pablo Berger lo mismo. Yo he tenido la oportunidad de conocer a mucha gente, y además hacerlo desde sus orígenes. Con Borja Cobeaga también hice uno de los primeros cortos, y luego fue a Hollywood con Mariví Bilbao. 

 

¿Por qué no fue?

 

Yo no fui porque tengo pánico al avión, y Mariví que se apunta a un bombardeo, pues ella es la que fue por los dos. Los cortos me han dado buena suerte, o yo he dado buena suerte a los cortos. No he hecho muchos cortos, pero la mayoría se han visto mucho. Me alegro de haber estado en los primeros trabajos de muchos, que siempre son los más difíciles. Porque yo he pasado por ellos, también he sido cortometrajista.  Con Alex De la Iglesia también hice cosas para Eitb hace muchos años. Además, uno de los personajes de “Acción mutante” se llamaba Ramón Yarritu y estaba escrito para mí, aunque luego lo hizo Resines.  Lo que pasó fue que Almodóvar debió de decirle a Alex que parase de llevar a tantos amigos (ríe).

 

En la televisión ha tenido suerte dispar. Cosas de mucho éxito y otras que directamente os han echado. Cuéntenos que sucedió en el “El peor programa de la semana” con los hermanos Trueba

 

Una aventura preciosa. Nos llamaron a Alex (Angulo) y a mí como siempre. Un programa que dirigía David (Trueba) y que detrás estaba Fernando.  Presentaba el Wyoming. Los Trueba tienen una cosa muy buena, que son muy familiares. En ese programa estuvimos tres meses grabando sketches, pero luego solo se llegaron a emitir media docena.  Nos echaron por una entrevista de Monzón que nos vetaron. Y David dijo que si no se emitía esa entrevista no salíamos al programa. Y nos echaron. Fue una pena. Y luego hice otro con Antxon Urrosolo, y también al cuarto programa nos echaron. 

 

Series, ¿ha salido en unas cuantas?

 

He estado en series pero en papeles secundarios. No me gustaba atarme durante mucho tiempo, irme de aquí. Además siempre he tenido cosas que hacer. Es cuestión de prioridades muchas veces. 

 

¿Qué labor cultural hacen en Pabellón 6?

 

Lo montamos para tener un sitio de trabajo y de exposición. Tener un sitio para dar visibilidad a cosas que se hacen aquí. El problema de los actores es que, dependemos de que nos contraten. Entonces se hizo para buscar un espacio sin que nadie te contrate.  Ha sido muy difícil de conseguir. Si miras el panorama de todos los teatros, excepto el Arriaga en Euskadi, en ninguno hay un actor como escenógrafo, o un director, o un coreógrafo metido en la dirección de la programación. Siempre es algún técnico del ayuntamiento, eso es terrible. El pabellón cubre ese vacío. Cosas que se hacen con muy poco dinero y porque nos da la gana. Pero tenemos cosas muy gratificantes como “Cabaré chiguagua” que va a pasar de las 100 actuaciones y va por la quinta reposición. Es ese espacio de trabajo de entrenamiento. 

 

Cine, tv o teatro. ¿Tiene preferencia por alguna? 

 

Las tres. La posibilidad de combinar las 3 es el estado de gracia, el estado de felicidad es combinar todo. Todo tiene que ver con la interpretación. Además no haces lo mismo y sirve para salir de la rutina y la monotonía. 

 

En 2013 recibió el premio nacional de teatro por su larga trayectoria. ¿Cómo le sentó?

 

Una alegría.  Porque muchas veces los premios se los daban a alguien que estaba de moda. Que el jurado, gente de la profesión, maneje tu nombre, pues es una alegría enorme, también es una forma de visibilizar, de dar valor a una manera de estar en el oficio. Supone una alegría, un reconocimiento a algo que has estado haciendo durante tantos años. 

 

Depende mucho del jurado y muchas veces no se tiene en cuenta a actores como usted, de una larga trayectoria.

 

Si, el jurado es clave a la hora de saber a qué tipo de actor o director se va a premiar en unos premios. Este mismo año he formado parte de un premio que se ha dado al grupo gallego “Chévere”. Y yo seguí en mi cabeza el mismo criterio que creía que habían valorado en mí. Salió el nombre de Concha Velasco. Pero Concha, que es una maravillosa actriz, ya está premiada, no necesita tanto el premio como otros. Por eso a mí me gustaba la idea de premiar a una larga trayectoria de un grupo que lleva muchos años en esto. Ese grupo además hace cosas muy valientes. Al final les dieron el premio y me gustó mucho, porque como digo me sentía muy identificado con ellos. Muchas veces si no te dan premios no te conocen, y es una buena manera de que la gente vea qué haces.

 

¿Cómo ve Ramón Barea la subida del 21% de IVA en el mundo de la cultura?

 

Horrible, una manifestación más del poco interés en el mundo de la cultura que tiene la administración o el gobierno de turno. Yo creo que el teatro, o la danza, o las artes vivas, que las considero elaboraciones artesanales, chocan a la hora de meterlas en esas industrias enormes que al final solo buscan el beneficio. A mí me gusta la anécdota de un grupo que lo componen mujeres actrices que, en la puerta del teatro están vendiendo revistas pornográficas que valen 20 euros, que es el precio del teatro. Entonces venden la revista por ese precio, que tiene un 4% de IVA, y te regalan una entrada para que puedas ver la obra. Ha tenido repercusión en el mundo. Lo del IVA ha sido un palo, pero sé que rectificarán. 

 

¿Cree que al mundo de la cultura en España, que siempre se le haya visto como un sector ideologizado, os perjudica?

 

Es algo que se piensa dentro del gremio. Que siempre somos los que aprovechamos cualquier entrega de premios para decir según qué cosas. Pero al final en el mundo de los actores, en el mundo del arte,  creo que hay una sensibilidad especial. Al final tú trabajas con material humano en teatro. Trabajas con formas de ser, de pensar de personas. La gente del arte es lógico que dé su opinión. Pero eso sí, eso molesta. 

 

Para terminar, ¿Con qué se quedaría del Casco Viejo? 

 

Hay un Casco Viejo en la infancia y hay uno ahora. Yo el Casco Viejo lo extraño, pero no lo digo en un término peyorativo, lo extraño porque viviendo aquí, a veces pienso que soy un turista más. Me sorprendo cómo van cambiando las tiendas de siempre por otras. Me sigue gustando la Plaza Nueva como corazón del Casco Viejo y, me encanta la ría. Me da que le da personalidad a Bilbao. Yo que he sido un bilbaíno que he soñado con la ría, que ha nadado en la ría, que ha vivido las inundaciones… Destaco la actividad, esa sensación de que siempre hay gente. 

 

Foto realizada por Zazpika

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